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La Mujer en la Política: Avances, Desafíos y Futuro


Natalia Jiménez Aguilera 

México,06/03/25


La participación de la mujer en la política ha sido una lucha constante por la igualdad y la representación en un ámbito históricamente dominado por los hombres. A pesar de los avances significativos en los últimos años, las mujeres siguen enfrentando desafíos estructurales y culturales que limitan su plena inclusión en la toma de decisiones políticas. El siglo XX marcó un punto de inflexión con la obtención del derecho al voto por parte de las mujeres, lo que fue un paso fundamental hacia la democratización de la política y la inclusión femenina. No obstante, el análisis de las cifras actuales y las visiones de autoras feministas revela una imagen compleja sobre los avances y barreras que aún persisten.


Avances en la participación política femenina: cifras clave


En términos de representación política, los avances han sido claros. En base a datos de la ONU, en 1995, las mujeres representaban sólo el 11% de los parlamentarios en el mundo. Para 2021, este porcentaje había aumentado al 25% (ONU Mujeres, 2021). Este crecimiento refleja un cambio en la estructura política mundial, pero aún queda un largo camino por recorrer para lograr la paridad. En América Latina, los avances son especialmente notables, con países como Ruanda, Bolivia y Nicaragua adoptando políticas de cuotas de género que han logrado una mayor representación femenina en sus parlamentos. En el caso de Ruanda, la implementación de un sistema de cuotas ha resultado en que las mujeres ocupen más del 60% de los escaños en el parlamento, lo que lo convierte en el país  con mayor representación femenina en el mundo (Krook, 2015).


Por otro lado, las mujeres han logrado acceder a cargos políticos de gran relevancia. En América Latina, figuras como Michelle Bachelet (Chile), Cristina Fernández de Kirchner (Argentina) y Dilma Rousseff (Brasil) han ocupado la presidencia de sus respectivos países. Estos logros son trascendentales, ya que demuestran que las mujeres pueden liderar naciones, a pesar de las resistencias culturales y los obstáculos que enfrentan en sus trayectorias políticas. Sin embargo, como subraya la politóloga Leslie A. Schwindt-Bayer (2010), aunque estas líderes son ejemplo de avances significativos, los estereotipos de género y las presiones políticas a las que fueron sometidas son reflejo de las dificultades estructurales que aún existen para las mujeres en posiciones de poder.


Desafíos persistentes: violencia política de género y la doble jornada


A pesar de las mejoras en términos de representación, las mujeres continúan enfrentando desafíos estructurales que limitan su participación efectiva en la política. Uno de los obstáculos más críticos es la violencia política de género. Según un informe de la ONU Mujeres (2020), las mujeres políticas enfrentan acoso, amenazas, intimidación y violencia física, lo que limita su capacidad para participar activamente en la política. Este fenómeno es especialmente grave en países como India, México y algunas naciones africanas, donde las mujeres políticas son objeto de ataques tanto físicos como psicológicos (Valiente, 2017).

La violencia política de género no solo tiene como objetivo deslegitimar a las mujeres como líderes, sino que también refleja las estructuras patriarcales que dominan muchas sociedades. Como sostiene la académica Mónica Serrano (2008), “la violencia política contra las mujeres está profundamente arraigada en una cultura que percibe a las mujeres como incapaces de asumir roles de liderazgo”. Este tipo de violencia perpetúa la desigualdad y refuerza las barreras para que las mujeres lleguen a posiciones de poder.


Otro reto importante es la doble jornada de trabajo que enfrentan muchas mujeres políticas. Aunque las mujeres han ganado terreno en el ámbito público, el trabajo doméstico y de cuidados sigue siendo una responsabilidad mayormente femenina. De acuerdo con el informe de la OCDE (2018), las mujeres en promedio dedican el doble de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados. Esta carga adicional limita su capacidad para competir en igualdad de condiciones en el ámbito político, donde las exigencias laborales suelen ser intensas.


El futuro: Paridad y políticas de género


El camino hacia una mayor inclusión femenina en la política pasa por la implementación de políticas de paridad y cuotas de género. Las políticas de cuotas han demostrado ser eficaces para aumentar la representación de las mujeres en los parlamentos y otros cargos de decisión. Como argumenta el académico Peter John (2018), las cuotas de género no solo promueven la igualdad, sino que también fomentan una mayor diversidad en la política, lo que puede tener efectos positivos en las políticas públicas, reflejando mejor las necesidades de toda la sociedad.


Sin embargo, desde la perspectiva de la politóloga Diane Sainsbury (2009), las cuotas de género no garantizan por sí solas una verdadera igualdad de poder. A menudo, las mujeres que acceden a los puestos mediante cuotas enfrentan la deslegitimación de su liderazgo, siendo vistas como “mujeres de cuota” y no como líderes legítimas. Este fenómeno puede socavar la efectividad de las políticas de cuotas y resaltar la necesidad de una transformación cultural más profunda que elimine los estereotipos y prejuicios de género en el ámbito político.


En conclusión, aunque la participación política femenina ha experimentado avances notables, la igualdad plena sigue siendo una meta lejana. Las políticas de cuotas y los logros de mujeres líderes son pasos importantes, pero los desafíos estructurales, como la violencia política de género y la sobrecarga de trabajo doméstico, continúan limitando su acceso y efectividad en cargos de poder. La paridad no solo depende de la implementación de medidas legales, sino también de un cambio cultural profundo que erradique los estereotipos y brinde a las mujeres el reconocimiento y el apoyo que necesitan para participar plenamente en la toma de decisiones políticas. La lucha por una política más inclusiva y equitativa es, por lo tanto, un proceso continuo que requiere el compromiso de toda la sociedad.


 
 
 

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