#CoimasGate, una narrativa en pausa: el Gobierno frente al vacío digital
- Pablo Pérez Paladino
- hace 4 días
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El #CoimasGate irrumpió en plena campaña hacia las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires, con audios filtrados que mencionan a Karina Milei en un presunto esquema de coimas vinculado a la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis).
En el CICyP Mileitancias, habría sido un escándalo más dentro del calendario político.
Pero esta vez, el episodio no sólo activó la indignación digital: puso en evidencia el agotamiento de una narrativa oficialista construida sobre la ejemplaridad. Lo que comenzó como un escándalo administrativo escaló rápidamente a crisis política de primera línea, en un contexto en el que el Gobierno ya venía acumulando retrocesos simbólicos. Desde Enter Comunicación, en nuestros estudios sobre el cierre de listas nacionales y la reciente sesión en Diputados por la Ley de Emergencia en Discapacidad, encontramos que el terreno cada vez más adverso para el oficialismo en materia política e institucional también se refleja en la conversación digital.
El oficialismo cedió el terreno narrativo, la oposición dominó sin resistencia y quedó expuesto el desgaste de una narrativa que ya no sostiene su promesa fundacional.
En el caso de Andis, las menciones a Karina Milei crecieron 762% durante agosto y más del 60% de los posteos vinculados al escándalo expresaron sentimientos negativos, con la indignación como tono dominante.
Por primera vez desde el inicio del Gobierno, el oficialismo se retiró del terreno que suele dominar: las redes sociales. Sin respuesta orgánica ni coordinada, y con sus principales voceros digitales en silencio, el espacio quedó liberado para que la oposición -en sus múltiples variantes- instalara sentido sin resistencia. La narrativa libertaria, basada en la idea de ejemplaridad moral y contraste absoluto con "la casta", se encontró sin herramientas para responder. Cuando quienes llegaron para combatir la corrupción comienzan a parecerse a aquello que venían a reemplazar, el discurso pierde sustento y se desmorona.
En ese vacío, la oposición desplegó todo su arsenal. Perfiles vinculados al peronismo, la izquierda y sectores de centro-derecha instalaron sentidos, etiquetas y relatos. Las comparaciones con escándalos de corrupción del pasado, la figura de Karina Milei como blanco privilegiado y la falta de una narrativa oficial permitieron que el caso se consolidara en la agenda pública sin resistencia. La conversación fue tan amplia que incluso se trasladó a los buscadores: el interés por Karina Milei en Google creció más de 1600 puntos en un solo día.
La columna vertebral del escándalo no fue judicial, sino digital. En redes sociales, lo que no se dice también comunica. Y en este caso, el silencio fue leído como señal de debilidad, confesión o cálculo. Pero, sobre todo, como síntoma de algo más profundo: la falta de una alternativa discursiva sólida. La narrativa de contrastes -entre "nosotros" y "la casta"- ya no alcanza para ordenar el sentido frente a las contradicciones internas del propio espacio. Sin relato que contenga el desconcierto, los usuarios afines al oficialismo quedaron en pausa, mientras los críticos ocuparon el centro de la escena.
El caso Andis no estalla en el vacío. Lo hace en un momento de desgaste discursivo, donde las certezas que sostenían el relato oficialista ya no se verifican en la realidad. En un ecosistema político donde las redes sociales operan como campo de batalla y termómetro emocional, el vacío de sentido tiene consecuencias. Más allá del devenir judicial, el Gobierno quedó un paso atrás en la disputa simbólica. Y en política, eso también es perder.
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