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Movilización del Elector: El verdadero desafío de la campaña

Actualizado: 4 ene 2022



Por Sheyla Dallmeier

Las campañas políticas contemporáneas destinan una gran parte de sus recursos, humanos y económicos, en la creación de un personaje creíble y atractivo, con un discurso consistente y calculado que represente las ilusiones y los anhelos de los electores. Las consideraciones estéticas y comunicacionales ocupan la mayor parte de la agenda del equipo de campaña, todos piensan que una campaña se gana en la eterna discusión sobre un adjetivo en un texto de redes sociales o sobre la camisa que lucirá el candidato en las fotografías.

Hoy, por estar pensado en las redes sociales y su indudable función como difusor del mensaje, pocos piensan en las redes humanas integradas por ciudadanos reales que si los “enamoran” votan y eligen. Pensar que una campaña es solo un asunto de discurso, imagen y publicidad, es pensar en media campaña, o menos.

El verdadero desafío tiene que ver con la capacidad de contactar a los electores, convencerlos, fidelizarlos y lograr su voto efectivo. Solo así una campaña cobra verdadero sentido y deja de ser un juego de azar. En algunos lugares la estrategia de movilización es entendida como la simple logística de transporte durante el día electoral. Es decir quien contrata buses, taxis y motos resulta siendo el “estratega” que en teoría garantiza la consecución del voto de una masa critica de electores vitales para el triunfo. La movilización no es transportar electores, la movilización es cautivar a los electores para que ellos mismos se movilicen, con ayuda o sin ella y voten masivamente, convencidos y puntuales.

Entendemos la movilización electoral, como el proceso de conquista del ciudadano para convertirlo en un elector de nuestra opción electoral. Esta acción se concreta en el voto efectivo, pero de ninguna manera se limita solo a ese hecho. Por el contrario, el proceso de movilización debe comenzar desde el día cero de la campaña, determinando mediante la estrategia política, donde están los votos a conquistar y cuántos votos se requieren para obtener la victoria.

En función de la meta electoral, debe organizarse la estructura en tierra que permita cumplir el objetivo trazado. Hay diversos modelos y el que se escoja se debe adaptar a las características propias de la idiosincrasia de la campaña y zona geográfica donde se desarrolle la misma. En esto radica el alma y corazón de una campaña, en poder establecer un mecanismo efectivo y eficaz de contacto directo que enamore al elector, lo fidelice y finalmente lo movilice a las urnas.

En todos nuestros seminarios, siempre tomamos el ejemplo de Coca Cola, al mostrar un comercial o afiche de la bebida de cola burbujeante y con mucho hielo, independientemente el idioma en que se presente, con solo ver el logotipo, los consumidores saben que es Coca Cola, lo que la hace una marca súper posicionada en el mercado mundial, sin embargo, Coca Cola necesita de un ejército de vendedores que lleven las botellas de gaseosa hasta los confines más lejanos del mundo, con el fin de que al ver la publicidad, el consumidor pueda ir a la tienda de la esquina de su barrio y conseguir una Coca Cola. Lo mismo sucede con las campañas electorales, no es suficiente desplegar un operativo de publicidad mediante afiches, vallas, comerciales en redes sociales, pendones y cuanta pieza publicitaria exista, sino que es necesario y vital organizar nuestro ejército de ventas de la opción electoral en la que estemos participando.

La intención de este artículo es poder brindarle al lector una guía mínima de pasos a seguir para implementar con éxito un proceso de fidelización y movilización electoral.

El primer paso, como ya se mencionó, es poder establecer una meta clara de votos que garanticen una opción de triunfo. Esto se logra mediante la investigación de los históricos electorales (votación de mi partido, votación de la competencia, niveles de abstención y participación) y cruzar esta información con estudios cuantitativos para mejores resultados.

En segundo término, una vez establecida la meta, debemos inventariar cuales líderes o amigos de la campaña tenemos a disposición y consecuentemente, armar equipos de trabajo en las zonas que hemos considerado, luego de los análisis hechos, como estratégicas para la campaña.

Cada movilizador debe tener metas claras de conquista electoral, y esto se debe establecer desde el inicio del trabajo. Se pueden establecer distintos frentes de acción para los movilizadores, los más comunes responden a los criterios geográficos (departamentos o estados, municipios, parroquias, veredas, corregimientos, barrios, manzanas) y sectoriales (gremios, jóvenes, mujeres, profesionales, etc.)

En tercera instancia, este ejército de vendedores debe obligatoriamente capacitarse, y como capacitación entendemos que deben conocer la oferta electoral de la campaña en detalle para que puedan convencer a los electores. También deben estar preparados con argumentos de defensa para que no los tomen de sorpresa los ataques naturales que, naturalmente, algunos electores les hacen a las campañas.

El movilizador, a lo largo de la campaña, debe hacer el trabajo político del contacto directo. Existen diversos métodos de contacto directo, los más comunes y efectivos son los denominados “puerta a puerta” y las reuniones tipo “tupperware”, en donde el candidato o los movilizadores tienen contacto con máximo 20 personas, a quienes les explican los argumentos de venta de nuestra campaña.

Lo ideal es comenzar con suficiente tiempo el trabajo de tierra, que permita que cada movilizador despliegue una estructura por debajo de él, y que a su vez pueda establecer el número de contactos necesarios para poder medir el compromiso de las personas que intentamos fidelizar en nuestra campaña.

Como cuarta consideración, medir el compromiso. Generalmente asumimos que son los electores quienes deben manifestar su compromiso de forma voluntaria, pero en nuestro esquema, se parte de la idea de que es la campaña quien lo mide, por lo que resulta de gran importancia que podamos establecer un cronograma de auditorías a nuestras bases de datos, confrontando en cada una de ellas la efectividad de nuestros movilizadores, cruzando la base con el censo electoral de la zona para verificar si efectivamente son electores potenciales y finalmente corroborando uno a uno si son electores nuestros. La experiencia nos indica, que de estas auditorías solo es efectivo cerca del 60% de la data obtenida, razón por la cual, se justifica aún más que este ejercicio sea permanente en el tiempo de campaña, para que cada movilizador pueda sustituir en el tiempo aquellos contactos que no sean efectivos por unos que si lo sean.

Como quinto punto, la consolidación de la data. Todos los esfuerzos que se adelanten en tierra (estructura, base de datos, fidelizados) finalmente lo que persiguen es tener un mayor control del día “D”, para lo cual es de vital importancia la depuración y consolidación de la base final de datos, que además nos permita organizar la estructura en función de los centros de votación que concentren la votación.

La idea es que, al tener una base de datos consolidada, esto permita a la organización generar los mecanismos efectivos para finalmente movilizar a los electores. Organizando mejor los equipos en tierra, conociendo de antemano la logística real que se requiere para movilizar a los electores fidelizados y llevando un control en tiempo real de cómo se está moviendo la votación, es posible establecer los planes de contingencia necesarios, en caso de que la movilización se esté viendo afectada por las múltiples variables que no controlamos el día “D” (condiciones climáticas, enfermedades de los electores, saboteos a la operación, etc.)

En conclusión, generar una estructura en tierra eficiente, que movilice efectivamente electores comprometidos y fidelizados, siempre será un elemento potenciador de la campaña electoral, al proporcionar una certidumbre de la votación más comprometida y poder establecer mecanismos de seguimiento y defensa de la misma, pero lo más interesante, es que podremos minimizar la incertidumbre propia de cualquier evento electoral.




Sheyla Dallmeier: Polítologa especialista en Comunicación Política y Opinión Pública y en Procesos y Sistemas Electorales. Directora Ejecutiva de Ad Consultores. Directora del ICP en Colombia.

Twitter: @sheyladallmeier

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